Datos personales

Córdoba, Veracruz (México), 1957. Medalla de Honor Presidencial Pablo Neruda (2004). De poesía: "Borís Pasternak" (1999), "El águila en las venas (Neruda en México, México en Neruda" (2004). Poemarios publicados: "Poemas del Didxazá" (1985), "La casa de la nube" (1996), "La zorra azul" (1996), "Retrato de familia con algunas hojas" (1999), "Abla o nadA" (2002), "La mariposa en la estrella" (2001). Premios a poemarios: Premio Nacional de Poesía Joven (1983).

Des-varíos

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miércoles, 26 de octubre de 2011

La luz gentil y abismal de la genciana: el otro antídoto de la melancolía

La genciana azul es de un color tan intenso que es una lámpara de luz, el azul genciana es una auténtica flor de hadas que crece sólo en las alturas de las montañas que alcanzan el Reino, donde absorbe como un oído mágico el color azul del cielo más místico y profundo, el lapislázuli que sólo Andrei Riublov pudo atrapar en su obra maestra: fuga de Bach a otro mundo. La flor es un frasco del  mundo sobrenatural, del color divino. Crece, ilumina, asombra, en septiembre y octubre (en la melancólica luz dorada del otoño).
Su variante, la genciana amarilla coincide en muchas propiedades con el hipérico (de Hiperión dios del sol) la flor de San Juan (otro antídoto contra la melancolía), y la santa Artemisa, el ajenjo, “la madre de todas las flores”, como la llamaron los griegos (vermífuga, tonificante, emenagoga, parturienta, colorética, animante, hepática, etc.),  las tres (con la variante de las gencianas azul, roja y violeta) son amarillas como el sol. Son plantas y flores solares de la alegría: plantan el sol.
Hacen radiar las cinco puntas del astro en “la noche oscura del alma”.
En el caso de la extraordinariamente bella, de la sobreterrena luz, la genciana azul, se entiende que este color celeste profundo, recóndito, transportará a Perséfone al hades, a su llama azul celeste, lo de arriba es abajo, el viaje del shamán es un viaje inverso. El sentido del verso es inversamente proporcional al sentido del lenguaje coloquial, el azul pasmoso de la genciana es el azul del viaje sagrado.
Si Nerval o Mandelshtam hubieran sido curados de su melancolía con este azul maravilloso, no se hubieran suicidado. Planta saturnal, cura con el amargo sabor negro de su raíz la oscura pesantez del plomo[1] de Saturno.
Junto a la genciana azul en los olimpos europeos vive la Estrella de cristal, otra flor sagrada de la nieve, otra druídica hada. Las eléctricas gencianas azul y amarilla forman los colores celestes de más alto contraste (en sí las gencianas azules con sus pétalos forman el cielo y con su centro el sol: ahí lo anidan, como parte de los pétalos o como pistilo).
Cuando el poeta Lawrence habla de la flor de la genciana (-podemos interpretarla también- como la lámpara de Perséfone con que se guía ella al inframundo), contradice a Sócrates en su opinión negativa acerca del conocimiento consciente, según él nulo, de  los poetas, y le da la razón a Shelley respecto al conocimiento completo, sabio y profundo de éstos (como Shakespeare cuando habla de los hechizos o los fenómenos naturales), sabe de qué habla[2].
“El viaje nocturno del sol por el mar”[3], es la forma arquetípica de la luz arquetípica de la flor.
La luz azul de la genciana contra la antorcha negra de la melancolía que en el célebre poema “Bavaria Gentians” (genciana bávara, esa maravillosa variante alpina, de esta flor fosforescente, un poco más violeta) invoca D.H.  Lawrence en excelente traducción de Octavio Paz[4] (“la novia perdida y el esposo” evocan igual a Orfeo y a Euridice, al espíritu y el cuerpo, al alma y a dios, al Uno original):

¡Dadme una genciana, una antorcha!
Que la antorcha bífida, azul, de esta flor me guíe
por las gradas oscuras, a cada paso más oscuras,
hacia abajo donde el azul es negro y la negrura azul,
donde Perséfone, ahora mismo, desciende del helado Septiembre
al reino ciego donde el obscuro se tiende sobre la obscura,
y ella es apenas una voz entre los brazos plutónicos,
una invisible obscuridad abrazada a la profundidad negra,
atravesada por la pasión de la densa tiniebla
bajo el esplendor de las antorchas negras que derraman
           sombra sobre la novia perdida y el esposo




[1] Según Marie-Luise Vonz Franz, la depresión tiene como elemento alquímico el plomo (metal que se corresponde con el planeta Saturno), que no permite al alma volar. Alquimia, Ediciones Luciérnaga, España 1987.

[2] Gentian. La Genciana es una de las “hierbas de Bach”, doy esa cita (de una página herbolaria de la red) en el Anexo IX.
La genciana tiene estos componentes: Ácidos: ascórbico, cafeico, nicotínico, oxicinámico, gentísico  (raíz). Principios amargos: gentioflavósido, gentiopricósido, amarogentiósido, swertiamárosido, inulina (raíz).
Alcaloides: gentianina, gentiamarina y gentialutina (raíz). Pigmentos: gentiosina, gentisina e isogentisina (raíz). Minerales: aluminio, calcio, cromo, cobalto, hierro, magnesio, manganeso, fósforo, potasio, selenio, sodio (raíz). Fibra: pectina (raíz). Vitaminas: vitamina C, riboflavina (vitamina B2), niacina (vitamina B3) y tiamina (vitamina B1) (raíz). Aceite esencial: carvacrol, limoneno y linalol. Glúcidos: sacarosa, dextrosa, gentinósido, (raíz). Proteínas (raíz).
Propiedades medicinales de la Gentiana acaulis (especie de planta fanerógama, perteneciente a la familia de las gencianáceas: azul con azul morado interior): Xantonas (gentisina), útil para la identificación de la genciana por ser microsublimable. Pectinas (hemostática). Oligosacaridos (gencianosa).
Principios activos de la genciana: Genciopicrina (la más abundante). Amarogenciana.
Por ser amargos son estimulantes del apetito y digestión, excitan las papilas linguales. Por vía refleja actúa en el estomago, aumentando la motilidad, favoreciendo el aumento de secreciones. Contraindicada en la lactancia.

[3] De la mitología egipcia.

[4] Dice Paz en relación con esto en su La llama doble: la “antorcha bífida” de Lawrence (Obras completas, tomo 10, F.C.E., Méx., 2006, p.p. 225-226): La experiencia que acabo de evocar es la del regreso a la realidad primordial, anterior al erotismo, al amor y al éxtasis de los contemplativos. Este regreso no es huida de la muerte ni negación de los aspectos terribles del erotismo: es una tentativa por comprenderlos e integrarlos a la totalidad. Comprensión no intelectual sino sensible: saber de los sentidos. Lawrence buscó toda su vida ese saber; un poco antes de morir, milagrosa recompensa, nos dejó en un fascinante poema un testimonio de su descubrimiento: el regreso al Gran Todo es el descenso al fondo, al palacio subterráneo de Plutón y de Perséfone, la muchacha que cada primavera vuelve a la tierra. Regreso al lugar del origen, donde muerte y vida se abrazan.

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