Datos personales

Córdoba, Veracruz (México), 1957. Medalla de Honor Presidencial Pablo Neruda (2004). De poesía: "Borís Pasternak" (1999), "El águila en las venas (Neruda en México, México en Neruda" (2004). Poemarios publicados: "Poemas del Didxazá" (1985), "La casa de la nube" (1996), "La zorra azul" (1996), "Retrato de familia con algunas hojas" (1999), "Abla o nadA" (2002), "La mariposa en la estrella" (2001). Premios a poemarios: Premio Nacional de Poesía Joven (1983).

Des-varíos

Des-varíos

viernes, 22 de octubre de 2010

Chaneques (canción de cuna), un poema de Víctor Toledo

A continuación un poema de Víctor Toledo con su versión al inglés por la poeta Elsa Cross.

CHANEQUES (CANCION DE CUNA)

Los binizá tuvieron la premonición
de la llegada de hombres blancos y barbados.
Y avisaron a los aztecas que se asombraron como soles en la noche.


Velo, pero las hormigas no salen.
los chaneques cabalgan sobre ellas
ojillos terribles de luz, chisporroteando
garapa, garapa rapa.

Duermo, las hormigas vuelven
y los chaneques me olvidan.
Mi madre niña espiaba temerosa
cuando al corredor de la calle polvorienta -asteroide abandonado- entraban
pero las hormigas ya bebían sus piernas
y eran la sombra que se abre en la luz de una estrella
muerta.

Xhuncu: si desvelo
no puedes dormir
te recuerdo lo que ansiosa esperabas de tu infancia diluvial
y vas a reencontrar los hombrecitos luminosos
levantando polvaredas de la eternidad
con sus risas y rondas, con sus rosas lirondas, con sus lindes que rozan
el delirio, flotando entre los cedros,
desordenando asteroides de la constelación,
quebrando espigas cetrinas de la luna, vigas del cielo
y tibios nardos de la sombra.
¿Recordarán las hormigas
la edad del polvo milenario en que llegaron,
no la gota de leche de la noche
en que cada una se transparentó.
¿Lo que otras veces sucedió
cuando otro como yo robaba -de estrellas fugaces- preguntas a la noche
cruzada de relámpagos de tiempo?

A través de la ventana del viento
que da a una calle clara y larga
caído rayo fósil, cauda olvidada de cometa,
los tigres de Tezcatlipoca
y los sacerdotes binizá miran a los chaneques.
En la montaña aúllan brujos monos. Tienen frío.

Nocturna espuma, la hormigas florecían en los talones
¿qué premoniciones se aclaraban
como en el ojo de agua donde la danza pule su rostro?
¿Qué es lo que sabían?
¿Por qué todo camina tan quieto
como antes de una tempestad?

Zeeda Bendayuse-lá?
¿Viene bramando en el cielo un ganado de culebras?

Xhuncu Huini, al fin duermes.
Ellas vuelven sigilosas a tomar
de las tazas de barro
el líquido que corre
en monedas de cacao
mueven con sus antenas al vacío,
y la luz de la vela se tropieza y muere:
otra lengua protestando, manoteando en el silencio.
No les importa decirnos lo que saben
no les preocupa lo que pasa.

Los diminutos del tiempo
inquietan las ramas del viento
colgándose de ellas
con los brillos que ruedan en el agua
con los grillos que cantan en la aguja
escondida en la fragua marina del pajar.

Son voces maduras de la noche
a punto caer
¿Recuerdas cuando los nuestros se alejaron
con la danza enredada en los tobillos?

Cuando todos duermen soñando que sueño
la noche se empieza a levantar
en una alta ola que anega a la Vía Láctea.
Devora a la tierra un rumor
ya estrépito de pasos
es un nutrido ejército defensor que se aproxima.
Garapa, garapa rapa.

- Baádu, nònu guciguiè
-Niño, es la estación de agua.
-¿Hriaba bandáagaa guie´nisa là?
-¿Se deshojará la flor de agua?
-Cayete bi
-Está bajando viento.
-Ñaá, ma´ uleza bi
-Madre, ya esperó el viento.
-Caguiaba bandaaga, ne nisaguié
-Se deshoja, está lloviendo.
-Ñaá, ¿zeda Cosijoeza, Binni Nanyo’ sti Yi ne sti
Belebiáni, shaíque stínu?
-Madre, ¿vendrá Cosigoeza, el Señor del Tiempo
y del Rayo, nuestro emperador?
-Guùzi, shiiñi gaana, lu bacaanda´
Cacheesa lu guciguié
-Duerme, hijo, en el sueño
que trota en la estación de agua.


Chaneques (Lullaby)[1]

The Binizá had the premonition
of the arrival of bearded white men.
And they warned the Aztecs, who were amazed as the suns in the night.
I watch awake, but the ants don’t come out.
the chaneques ride upon them
terrible little eyes of light, crackling
garapa, garapa rapa.
I sleep, the ants return
and the chaneques forget me.
My mother child spied fearfully
when at the corridor of the dusty street -abandoned asteroid- they were coming
but the ants were already swallowing her legs
and they became the shadow that opens in the light of a dead star.
Xhuncu: if I’m awake
you cannot sleep
I remind you what you anxiously expected from your diluvian childhood
and again you’ll meet the glowing little men
raising dusts of eternity
with their laughter and rounds, with their roses so fresh, with their edges that touch
delirium, floating among the cedars,
scrambling asteroids of the constellation,
snapping citrine stems from the moon, the beams that hold the sky,
and warm spikenards of shadow.
Will the ants remember
the age of ancient dust in which they came,
and not the drop of night’s milk
in which each became transparent?
What happened other times
when someone else like me stole questions from shooting stars at night
crossed by lightning bolts of time?
Through the window
that looks upon a street clear and long
fallen fossil lightning rod, forgotten comet tail,
the tigers of Tezcatlipoca
and the Binizá priests look at the chaneques.
On the mountain monkey-shamans howl. They are cold.
A nocturnal foam, the ants consumed the heels
What premonitions were divined,
as at the spring where the dance lathers its face?
What did they know?
Why does everything walk so quietly
as before a storm?
Zeeda Bendayuse-lá?
Does a herd of snakes come roaring in the sky?
Xhunxu Huini, at last you sleep.
They stealthily return to drink
from mugs of clay
the liquid that runs
in coins of cacao,
they move the void with their antennae,
and the light of the candle trips and dies:
another language protesting, striking in the silence.
They don’t care to tell us what they know
they don’t care what is happening.
The little ones of time
disturb the branches of the wind
hanging from them
with the lights that roll on the water
with the crickets that sing in the needle
hidden in the hayloft’s sea forge.
They are ripe voices of the night
ready to fall
Do you remember when our people went away
with the dance entangled round their ankles?
When all are sleeping, dreaming that I dream
the night begins to rise
in a tall wave that floods the Milky Way.
A rumor devours the earth
already a clattering of steps
it is a large defensive army that approaches.
Garapa, garapa rapa.
-Son, it is the rainy season.
-Will it take the water lily’s petals?
-The wind is coming down.
-Mother, the wind has been waiting.
-It defoliates, it rains.
-Mother, will our lord Cosijoeza come, the lord of time and thunderbolt, our emperor?
-Sleep, son, in the dream
that trots through the rainy season.


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[1] Versión corregida de Elsa Cross, Will Runyan y Kelsey Viets. Iniciativa de la traducción en la universidad de Miami: María Auxiliadora Álvarez.

Los alimentos terrenales. Poetas rusos. Invitado Víctor Toledo.

Libros de Víctor Toledo






























En muy pocas ocasiones podemos encontrarnos con libros que abarquen tantos temas y mucho menos en un formato tan pequeño y límpido. Víctor Toledo, profesor de la BUAP, traductor pero especialmente poeta, nos abre nuevas perspectivas de la literatura; Des-varíos (BUAP, 2009) es un libro enteramente ecléctico como variopinto, en primera instancia nos sumergimos en un ensayo conmemorativo sobre el centenario del gran escritor ruso Nikolai Gógol, pero al contrario de lo que podría esperarse, no nos hallamos ante un ensayo más sobre las Almas muertas, novela que como todos sabemos y siempre llegáremos a considerar, es su obra más importante, como también uno de los pilares de la literatura universal. Tan importante fue Chichikov –protagonista de la novela- en la literatura rusa posterior, que Dostoievski nunca paraba de citarlo en la mayoría de sus obras. Mezclando a veces el relato personal y la crítica literaria, Toledo nos hace reflexionar sobre uno de los primeros cuentos de Gógol; Atardeceres en la aldea cerca de Dikanka, y nos dice que no sólo los problemas sociales atañen a las grandes urbes, al contrario, el folklor y las costumbres tienden a ser la base de la idiosincrasia en toda sociedad.

Podemos decir que el libro des-varíos se divide en cinco segmentos, pero como en todas las estructuras espacio-temporales siempre existe un punto continuo, la constante en esta línea ensayística por supuesto es la literatura, tal vez embelesada por una prosa poética ensayística que nos remite a poetas tan importantes como Rubén Bonifaz Nuño. En segunda instancia, pero sin apartarnos un momento de la geografía rusa, llegamos a sumergirnos en los albores del siglo XX, y con una crónica que nos hace recordar los cuentos memorables que constituyen la estilística de Danilo Kís, Toledo nos habla en un prólogo escrito sobre la presentación del libro El perro vagabundo, cómo poetas tan importantes como Mayakovski y Mandeshtam constituyen la mejor lámina fotográfica para poder adentrarnos en los conflictos poético políticos de la Rusia soviética. Antes de todo, nos presenta un claro oscuro sobre el sentido ontológico de un bar-restaurante como puede ser El perro vagabundo; desde los poetas malditos hemos llegado a comprender que los puntos de reunión sirven como herramienta para poder urdir y estructurar las mayores manifestaciones estéticas como sociales; las vanguardias del siglo XX nunca hubiesen sido las mismas si los cafés parisinos no habrían estado atestados de intelectuales y escritores durante la noche. Son las tribulaciones de Mandelshtam las que expone Toledo como eje central para poder dilucidar, o por lo menos exponer, como la fuerza inquisitiva de Stalin llegó a repercutir sobre la poesía rusa; por supuesto hablamos del realismo socialista, pero especialmente de los poetas akmeistas.

Cuando llegábamos a creer que el libro sólo abarcaba la literatura rusa, nos encontramos ante un extenso ensayo sobre el poeta, tal vez equivalente o mayor a la poesía de Mandelshtam, como lo es Lezama Lima. Cuando pensamos en el escritor cubano es innegable que venga a nuestra mente la gran novela barroca que casi todos los lectores se acercan a ella como si tratase de una muralla, por supuesto hablamos de Paradiso; pero Toledo menciona, y debo admitir que tiene toda la razón, que la poesía pero especialmente la ensayística de Lezama Lima, brilla en la historia de la literatura como las grandes obras que el público tiende a olvidar. Éste ensayo, emulando el mismo motivo que el centenario de Gógol, sirve como prólogo de la nueva antología publicada por la BUAP.

Ahora ya no hablamos de temas oscuros como política y purgas soviéticas, sino que, tratando de dilucidar los vasos órficos de Lezama Lima, debemos adentrarnos en la poesía del Dionisos pero también la sutileza y maestría de lo apolíneo. Debo recalcar que éste prólogo no sólo está escrito con un sentido crítico, sino también poético, en sus páginas sobre Lezama se respira la musicalidad de la poesía, como la agudeza e incisión del ensayo. Actualmente muy pocos escritores tienen la osadía de apoyar sus textos en prosas poéticas-ensayísticas, éste sincretismo del lenguaje podemos notarlo en la mayoría de los grandes poetas, Joshep Brodsky o hasta el mismo Octavio Paz eran partidarios de éste tipo de expresión. Toledo no sólo nos habla sobre los ensayos de Lezama Lima, sino también un análisis sobre sus mejores poemas y cómo el cubano llego a establecer una relación estrecha con México, igualmente con Paz, tanto que en un gesto de gratitud, llegaron a dedicarse recíprocamente poemas de su autoría.

Como mencioné al principio, éste libro, por pequeño que pueda parecer a simple vista, abarca las mayores exposiciones de la literatura como también los problemas contemporáneos que acaecen en la ciudad. El poeta Toledo nunca deja hablar de poesía, en sus páginas vive y revive la literatura como un elemento ininterrumpido, y aun a pesar de que súbitamente se presente como un guardabosques, y nos hablé del bosque La Calera, y cómo el exceso demográfico pero especialmente la tala destruye un punto mágico y natural, la estética no se diluye: ya no hablamos de poetas rusos oprimidos por la política, tampoco de escritores cubanos cuyo sentido poético sólo es comparable con los mejores poetas de la historia, sino de animales, elementos de la naturaleza que conforman el corazón verde de la ciudad. Ahora transcurrimos bajo las palabras de Robert Graves interpretadas por Toledo, entendiendo que el bosque no sólo es un receptáculo de fauna y ecosistemas, sino uno de los incentivos que los poetas buscan para tocar la piel de su musa.

En una coincidencia que podríamos llamar significativa, el libro cierra con el cuento de Gógol que Toledo nos cuenta y analiza en el primer capítulo del libro. Se abre ésta antología de ensayos con la literatura rusa, y se cierra con un cuento de la misma. Los mejores cuentos siempre son redondos, y me atrevería a decir que éste libro también cumple las mejores características del círculo.

Colección: LA ABEJA DE PERSÉFONE, dirigida por Víctor Toledo y diseñada por José Luis Olazo. Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.









lunes, 18 de octubre de 2010

Des-varíos. Víctor Toledo

VARIACIONES SOBRE UN MISMO VÍCTOR

Cuando un escritor como Víctor Toledo es dueño de una obra poética tan intensa y penetrante, resulta difícil imaginarlo en otro ámbito, en otro quehacer, que no sea el de la confección de versos. Porque cada verso es un prodigio, porque nada está fuera de sitio, porque todas las palabras se levantan en olas de mar hechizadas y dirigidas por su espíritu lunático de poeta auténtico, uno piensa que vive para la poesía y que, muchas veces, hasta hace jornadas de horas extras. Y es cierto, pero de cierto modo, de modo que es necesario matizar.

Aunque los intereses de Víctor son variados, la sustancia que los anima es la poesía. Queda claro. Ama a su familia y se ocupa de ella; es profesor universitario; habla con los gatos y las plantas (y ellos le hablan a él); dicta conferencias en distintas partes del mundo; anda en busca del hongo de la inmortalidad (ya lo encontró, tuvo una prueba, pero no ha podido regresar por él definitivamente); dirigió la construcción de su casa encantada, así como ahora dirige la colección La abeja de Perséfone, guiado siempre por su ethos poético.

En la primera entrega de la citada colección, que consta de cinco libros gráficamente impecables, escritos alrededor de la poesía o con el pulso mismo de la misma, nos encontramos Des-varíos, del propio Toledo. Se trata de un texto virtual, renuente a la clasificación, hipervinculado en distintas direcciones. Aunque aparece en papel como también podría ser el caso de que se encontrara en una pantalla de cristal líquido, o en la voz del autor leyendo fragmentos en voz alta, en realidad el libro está y no está ahí donde lo vemos. Propone reflexiones que no cesan, incluso tomas de posición que parecen definitivas pero resultan infinitas, inquietas. Ahí donde el lector las ve yacer no acaban. Es el vuelo de la mente del poeta; la vida que entra y sale por sus ojos, por sus letras que son sus ojos ávidos de vida.

Des-varíos reúne cinco textos en prosa que fueron dados a conocer a través de distintos medios y con diferentes propósitos, en su momento. El primero es un ensayo sobre Atardeceres en una aldea cerca de Dikanka de Gogol. Siendo como es, a mi juicio, el más agudo conocedor de la literatura rusa en nuestro país (su fructífera estancia en la ex Unión Soviética, en donde realiza estudios de posgrado en filología, aceran este conocimiento), Toledo nos regala una visión novedosa de esta historia, sobre todo por las relaciones que establece entre el arquetipo de “el oro de los tontos”, que lo mismo encontramos tanto en el folclor eslavo como en las leyendas de México (El charro negro), con la época actual caracterizada por un neocapitalismo altamente sofisticado.

En el esqueleto de la historia que cuenta Gogol tenemos que alguien que ha sido tentado en su ambición por una fuerza oculta, se engancha con la idea de que es poseedor de un tesoro extraordinario al tener en sus manos algo que aparenta serlo. Toledo afirma que “La moraleja insiste en que cualquier tesoro recibido por el demonio se convierte en basura, en la nada, en la ilusión […] Por extensión el oro y el dinero son basura y el diablo […] siempre se burla entregando tesoros que se esfuman como el último pie del arcoíris”. A partir de este planteamiento nuestro autor arriba a una conclusión que proyecta ese esquema arquetípico a nuestra realidad de mercado liberal catapultada por el desarrollo tecnológico:

“Lo que nosotros adquirimos, en forma de deuda, es un dinero no físico, no real, que los imperios imprimen y transfieren electrónicamente a sus bancos para en bonos y que se convierte en la deuda impagable de los países dominados y de la gente embargada por hipotecas y tarjetas de crédito; el dinero original no existe, sólo es basura, bonos bella e imponentemente editados: el dinero de plástico es lo mismo, dinero falso, inexistente, pero que vende nuestra alma al diablo”.

Pero el interés de Toledo no se queda en el hecho de exhibir en este sentido la vigencia de Atardeceres en una aldea cerca de Dikanka, sino en resaltar la penetración que tiene el relato maravilloso, al igual que el mito y la leyenda, en la complicada red que conforma la vida misma, la realidad expansiva, allende el dato meramente empírico. Lo que vemos aquí se repetirá en los otros textos del libro: una poética original e implacable que se afirma en diferentes escenarios.

El cuarto texto que contiene Des-varíos es la presentación que Toledo hizo a una compilación de Jorge Bustamante sobre escritores rusos, principalmente los poetas de la Generación de Plata. Quién mejor que Víctor para hablar del tema. Nuestro autor no solo ha sido un lector infinito de su obra sino también un fino traductor de muchos de ellos. Conoce a la perfección su vida y los terribles avatares por los que tuvieron que pasar en medio de un régimen autoritario con tantas y tan sutiles máscaras como matices del blanco tiene la nieve de Siberia. Se trata del diablo, otra vez, y sus tesoros que, al final, se convierten en porquería.

Pese a todo, Mandelstam, Ajmatova, Pasternak, Tzvietaieva, entre otros más, se alzan con la verdad esencial de su poesía, frente a los horrores que son los errores del hombre envanecido por el poder disfrazado de buenas intenciones orientadas, paradójicamente, hacia la construcción de una sociedad más justa e igualitaria. Aquí aprovecha Víctor también para dejar la impronta de su poética, esta vez, en su concepto acerca de lo que es el poeta:

“El poeta siempre dice la verdad aunque esté vestida con el traje de la mentira o de la exageración, o con los pantalones cortos del escolar, el verdadero poeta, el vidente, el sanador, curandero del tiempo, del futuro, del presente: memoria de la eternidad, de la esencia del ser.”

Con estas ideas resonando en el ambiente entra Toledo al Eco de Epidauros, el tercer texto de Des-varíos. Éste corresponde a otra presentación, una Antología personal de Roberto Fernández Retamar, vaca sagrada de la poesía cubana de la segunda mitad del siglo XX y burócrata mayor de la cultura de la isla encargado ad infinitum de la famosa Casa de las Américas.

Víctor es claro, no le debe nada a nadie y no está ahí para hacer panegíricos. Muy poco le concede a Retamar, incluso, de alguna manera, lo reta. Da a entender que es escasa la poesía aparecida en esa compilación que tenga un valor trascendental. ¿Por qué? Porque mucha de ella está compuesta con la idea de ser utilizada como instrumento político, o bien de propaganda, para la formación de la conciencia socialista. Estos pregoneros, parece decirnos Toledo, resultan siempre radicales y a la larga hacen de la cerrazón la sinrazón de sus postulados. Recordemos lo que, en Literatura y Revolución, afirmaba Trotsky: “Los productos del genio artístico deben ser evaluados ante todo y en primer lugar sobre la base de sus propias leyes, es decir, las leyes del arte.”[i] Y en la misma dirección, que implica también una revisión crítica, se expresaba Bertold Brecht: “El Arte no puede convertir en obras de arte las ideas salidas de las oficinas… A la medida sólo pueden hacerse las botas. Además, el gusto de la mayoría de las personas muy educadas desde el punto de vista político está pervertido y, por lo tanto, carece de toda importancia.”[ii] (Nótese que estamos citando las palabras de dos personajes altamente significativos para la izquierda internacional, en sus respectivos campos).

De ahí que, entre los poemas que aparecen en la antología de Retamar, a Toledo le parezca Epidauros el más importante, pues está muy alejado del esquema “concientizador” del grueso del volumen. A decir de nuestro autor, “[…] es el que más llama por su resonancia mítica, por el diálogo que establece con las tradiciones y el momento histórico […] sin caer en el lugar común de la mala poesía política o ideológica, por su factura infalible, por su capacidad de sugerencia, por su sutil ironía […].” Es decir, que las enumeradas, son cualidades estéticas de la poesía que van más allá de la función social, mal entendida y enrevesada, que los llamados artistas comprometidos del Realismo Socialista le quisieron dar. La poética de Toledo queda otra vez patente cuando dice: “Por qué no plantear entonces –quizá otra vez- la más honda […] y brillante de las revoluciones: la revolución estética, la revolución poética, donde el ideal para todos sea alcanzar el escalón más alto de la vida humana, el escalón de la revelación poética […]”.

Y es justamente El eco de Epidauros, nombre este último que según Toledo “evoca poéticamente a Cuba y la épica” la antesala del cuarto texto de Des-varíos: Narciso en la fuente primordial, inteligente prólogo preparado para una antología de José Lezama Lima. Víctor no puede ocultar la alegría de encontrarse con un igual (su doble en esencia aunque en apariencia cada uno tenga sus propias rutas de exploración) y disparar con tino certero los dardos más cargados de su poética que ha encontrado una mitometodología que relaciona la tradición mistérica y maravillosa celta, zapoteca, azteca-maya, así como (y es el caso más sobresaliente aquí) la griega. Toledo se pregunta: “¿Cómo logró Lezama penetrar en el verdadero misterio de los vasos órficos? [y se contesta] Pues siendo un legítimo hijo de la noche de Mnemosine y del luminoso Orfeo.”

En Lezama ve la encarnación del poeta primigenio, o mejor, fundamental, no tan fácil de encontrar ya, pues los excesos conversacionalistas, y también los retóricos, han creado legiones de pálidas sombras o burdas caricaturas. La emoción de Víctor va in crecendo:

“No olvido, así, su ritmo asmático-shamánico cortante de los versos y creador de un tan contemporáneo […] encabalgamiento. El sacerdote órfico o nuestro shamán –sabio-, es un elegido y lleva infaliblemente -tocado por el Rayo- la marca física de alguna enfermedad o accidente revelador […] Su poesía (que inunda todos los géneros que tocó) [esto lo podemos aplicar también al propio Toledo] está llena de estas referencias [se refiere al mundo órfico y dionisiaco].”

Después de declararse “su real admirador”, párrafos más adelante Toledo compara a Lezama con el mítico poeta que doblegara a las bestias más temibles con su canto, y asesta:

“Lezama está en la misma tesitura. Orfeo es un Shamán y un poeta. El primer gran poeta completo, el cantor de las cosas más grandiosas. Cuando un poeta de esta estatura quiere unir los dos mundos, la luz de la oscuridad y las profundidades del día, es destrozado por las Ménades […] Las ménades y arpías del comunismo, más cobardes que las hienas, más furiosas que los mismos perros de Artemisa, destrozaron al Orfeo tropical […].”

Sobra decir que en este punto se abre un doloroso hipervínculo con los textos anteriores de Des-varíos. Pero mirando hacia adelante el panorama se anima. Además de lo ya dicho, se destaca una particular interpretación de Paradiso, novela indispensable de Lezama, en donde Toledo explora el encuentro que ahí se da entre el pensamiento occidental y la concepción mesoamericana del hombre, para perfilar algunos trazos finos sobre el ser mexicano y, en general, latinoamericano. Por último, aparece también un ejercicio hermenéutico sobre el primer verso (¡qué maravillosa excentricidad!) del poema Muerte de Narciso que deviene orgiástica declaración de principios de la poética toledana, o toledina, según el grado de afinación.

En suma, este prólogo es, sin duda, uno de los ensayos más completos que sobre José Lezama Lima se hayan escrito, no tanto en extensión sino en comprensión, para decirlo en términos aristotélicos. Por eso es pertinente que se haya incluido separado del libro que prologa, a pesar de que este último, forma parte de la colección La abeja de Perséfone.

Ya para cerrar Des-varíos, nos damos de frente con un texto inusitado: El grito de las nubes terrestres. Digo inusitado porque aquí no solo habla el poeta sino también el ciudadano. No es, por fortuna, un poema concientizador. Se trata de un discurso de protesta abierto, un desplegado periodístico, en contra de la terrible deforestación que sufre el último bosque del municipio de Puebla, en donde radica actualmente nuestro autor.

Quienes me han seguido hasta aquí se preguntarán: ¿aun ahí, bajo un esquema discursivo que debe moverse mayormente, por su naturaleza propia, en el terreno de la denotación, aparece la poética de Toledo? Yo les contesto que sí.

Para Víctor, estamos frente a un problema crítico que amenaza la vida en un sentido práctico, pero también existe peligro para la extinción de un mundo no visible, arquetípico. El bosque no es sólo el pulmón de la ciudad, sino ese lugar que “[…] la Diosa Madre (la naturaleza) hizo mágico.”

En este enclave maravilloso habitan:

“Seres de un follaje y colores extraordinarios, increíbles –nubes terrestres- en tonos pasteles de una paleta finísima donde el magenta, el violeta, el oro, el verde, el café, el azul y el rosa se combinan para dar la sensación de que el cielo, o el reino de las hadas, bajó a la tierra: en el verano este tipo de textura en el follaje, que absorbe la luz como una esponja invisible del aire, vuelve todo el paisaje de oro, son algunos minutos donde todos los templos dorados del mundo palidecen ante esta tarde sagrada, junto a este bosque de oro, con este mar dorado que flota frente a nosotros, llenándonos de místicas esperanzas, de asombro extraordinario.”

Vale la pena la cita larga para saborear la factura del lenguaje y la profundidad del mensaje. No es un poema, es el poeta que no sabe hablar de otra manera. Todo lo que toca se convierte en materia poética. Sin embargo, del otro lado del soto hadánico, o lo que queda de él, el diablo anda suelto. Transmutándose, diversificando socios y negocios, buscando tontos para su oro, ahora que, más que nunca, ser urbano es ser civilizado. Dice Víctor: “Debido al crecimiento de la mancha urbana, pero sobre todo de las infinitas ambiciones de las constructoras, de los banqueros extranjeros y sus socios mexicanos, y a la gran corrupción de nuestros gobiernos, este bosque maravilloso está por desaparecer.”

Mundo mágico, mundo poético, filamento de la vida. Si lo degradamos degradamos al hombre en todos sus niveles y estamentos, al tiempo que violentamos las condiciones del equilibrio de los reinos animal, vegetal y mineral.

De esta forma llegamos al fin, no de la vida en la tierra, como podría pensarse, sino de Des-varíos, un libro atípico, como dije al principio, en el que Víctor Toledo refrenda su enorme calidad de escritor, así como su eterno compromiso con la poesía, compromiso que, como hemos visto ya, se desliza por metonimia hacia las cosas esenciales y hacia la esencia de las cosas visibles e invisibles de este mundo.

Jorge Márquez




[i] Trotsky, L. Literatura y revolución, Ediciones Herramienta, Buenos Aires, 1998.

[ii] Brecht, B. Teatro Completo, Cátedra, España, 2009.

Des-varíos

Víctor Toledo

Colección La abeja de Perséfone

Benemérita Universidad Autónoma de Puebla / Dirección de Fomento Editorial

México, 2010

Ver otra reseña:http://circulodepoesia.com/nueva/2010/07/victor-toledo-foto/